Grimm y Wein.
— ¡Asesino! Pagaras por lo que
has hecho, ¡Asesino! — Gritaban los habitantes del pueblo de Faraday, nueva
Escocia. Acusantes, disociados y estruendosos se reunían en aquella plaza para
presenciar la tal esperada ejecución, de uno de los prisioneros con mas cargos
en muertes que se había visto en aquel tiempo. Todos lo conocían por “El
cazador solitario”, otros por “Doren el despiadado”. En el traslado del
calabozo a la tarima, no se hicieron esperar aquellas manos deseosas de
desquitar la furia con rabia que le tenían, aventando cualquier cosa, desde
piedras, madera, saliva y la gran mayoría burlas y acusaciones.
En aquella misma
tarima, en donde aquel verdugo lo esperaría con un hacha muy afilada, se
encontraba el juez tan renombrado de la iglesia “San Víctor de la Cron”, el
cual daría unas palabras antes de la ejecución. Una vez trasladado a la plaza,
lo dirigieron al aposento de los sentenciados a muerte. Y ahí iba, subiendo las
escaleras, paso a paso, a sabiendas de su destino, observando la mirada de
aquel verdugo, tan fría y calculadora. Una vez colocado en el madero de
ejecución, el silencio inundo la plaza, con una señal de manos de “San Víctor”.
—Hoy daremos justicia divina a esta abominación, a este demonio que se ha
manchado de sangre con la vida de nuestros hermanos. Hoy será purificado y
llevado a la presencia de nuestro dios divino…— Derrepente el estruendo de la
voces acallo todo silencio en la plaza, para proclamarse con palabras como —
¡Asesino! ¡Mundano! ¡Demonio! ¡Inmundicia! ¡Tirano! ¡Muere!— Señal que dio
inicio al verdugo para prepararse con aquella hacha que haría justicia ante la
mirada de todos los habitantes de Faraday. Tomo una sandia, la puso sobre un
banco, agarro el hacha y comprobó que el filo fuera el correcto. El suceso
inevitable había llegado, se acerco al madero y como un ritual pronuncio “Nadie
es más justo que dios, ni más piadoso que esta hacha”, calculo trayectoria y de
un empujón letal, corto la cabeza.
A si sin más con un trapo, limpio aquella
arma letal y manchada de sangre que llevaba en las manos y se dispuso a retirar
aquel cuerpo de las tarimas junto con la cabeza tirada. La plaza se desalojo en
unos cuantos minutos y los habitantes de Faraday volvieron a sus actividades
cotidianas. Al momento de tener que tirar aquel cuerpo al pozo, recordó que
tenía que llegar a casa temprano para recoger unas herramientas y a su vez
llevarlas a reparar con el herrero. En el camino ya no era aquel verdugo frio y
calculador, el nombre de aquel hombre era “Grimm”, tenía una esposa y un hijo
que ya había alcanzado la mayoría de edad, “Wein”. A su vez Wein trabajaba
trasladando en el campo sacos de semillas para sembrar de diferentes
procedencias, cosa que dejo de agradarle desde hace algún tiempo, y el cual
estaba decidido a dejar por alguna otra cosa que le causara menos esfuerzo.
Cuando Grimm se dirigía a su casa, se encontró con su hijo, al cual saludo y
bendijo, para después desearle una muy buena jornada laboral, ya que se dirigía
a trabajar, despidiéndose con un abrazo. Daba pasos a tras pie, uno con otro, apresurándose
sin perder segundo alguno ya que era un camino realmente largo a casa. Alcanzaba
a ver el portón de su hogar desde aquel camino y poniendo más empeño dio la
carrera para llegar. Cruzando el portón, acercándose a la entrada, enseguida abrió la puerta,
descubriendo a aquel par de agitados y lívidas personas recreando el acto
amoroso con tal lucidez y despreocupación en aquel lujurioso hogar. Que mala
suerte la de Grimm, quien habiendo trabajado tanto para sostener a aquella
familia cariñosa, unida y feliz, no se iba a dar el gusto ni por poco de ser
engañado de esa manera. Así que tomo el hacha que llevaba en mano, y con un
acto brusco ataco al acompañante de su esposa, cortándole un brazo y después la
cabeza, al instante se volvió con su esposa y con un movimiento letal, acabo
con el que sería su último grito de vida. Metió los dos cuerpos en sacos de
alimentos y permaneció ahí hasta el anochecer. A Grimm ya no le causaba ningún tipo
de culpa el asesinar a las personas, que a juzgar por el, se lo merecían y ante
todo lo llamaba justicia divina. Tomo una carreta de las que tenían para
trasladar víveres desde distancias largas hacia su casa y se dirigió a Faraday.
Una vez ahí, tomo camino hacia el pozo en donde Grimm arrojaba los cadáveres guillotinados,
el cual para él era como un cementerio de asesinos y crueles personas. Realmente
pensó que todo había acabado, sentía un alivio al saber que nadie encontraría ahí
a su mujer y a su compañero. Nadie cruzaba por ahí a esas horas, por lo cual
nadie se daría cuenta, sin embargo la mala suerte de Grimm no acababa ahí. Tres
personas las cuales lo conocían lo miraron ir con su carreta en esa dirección,
lo siguieron y observaron que dejaba algo en aquel pozo y apresurado huía de
aquel sitio, el jamás se dio cuenta. Cuando se dirigía a su casa, pensaba en
decirle la verdad a su hijo y esperaba realmente que este entendiera. Su hijo
no llegaría a casa hasta después de dos días.
Claramente no llegaría a verlo,
ya que este seria descubierto a la mañana siguiente, cuando los cuerpos fueran
expuestos y reconocidos ante la multitud.
Por la tarde fue sentenciado irónicamente
a muerte tras lo que había hecho. “San Víctor de la Cron“sabía que Grimm era el
verdugo aquel, que un día eligió para ser tal y cual servidor de la iglesia y
el pueblo, puesto que su identidad nadie la conocía, excepto el, mando a llamar
a el verdugo sucesor. El llamado fue en vano ya que este había muerto meses atrás
de una enfermedad, haci que se corrió la voz para tomar el puesto de Servidor
de la iglesia y el pueblo, (que realmente era el ser verdugo, pero a nadie le
gustaba ser nombrado de esa manera, ya que si algún familiar de las personas
sentenciadas a muerte se enterara de quien era el autor de dicho suceso, en
dado caso no sería tan seguro para este), a los aldeanos a las afueras de Faraday, puesto que era necesario, que no fuera
a ser reconocido fácilmente. Paso un día y llegaron varios a presentarse por
aquel puesto, que tenia ciertos beneficios para su familia. Al siguiente día
concluyo con la persona elegida para ser el nuevo verdugo.
Y ahí iba Grimm, recibiendo lo
que un día dio, directo a aquel madero tan familiar, con aquella hacha, la cual
un día uso para hacer justicia con sus propias manos. El pueblo y las protestas
no se hicieron esperar, reuniéndose en la plaza principal, para dar inicio a
aquella ejecución — ¡Asesino! ¡Te quemaras en el infierno! ¡Muerte al inmundo!
— y demás.
Subiendo por aquellas escaleras, recordó
a varios con los que se había hecho justicia, “La bruja de Faraday” “El Cercenador
““El Vendedor de almas” “El triste hablador” “Doren el despiadado”, entre
otros. El se había ganado uno de esos sobrenombres, le llamaron
“Grimm el justo”, un
sobrenombre peculiar dado a que era un fomentador de la justicia entre algunos
de los habitantes de Faraday. “San Víctor de la Cron” ya lo espera en aquel
sitio, para dar algunas de sus palabras. — Hoy actuaremos en justicia divina
para este asesino, el cual ha actuado de su propia mano para quitarle la vida a
dos personas inocentes— Todos los que subían en estado de sentenciados,
absolutamente todos aceptaban su muerte, nadie protestaba, ni se defendía, el
primer caso de rebeldía hacia la iglesia se dio con Grimm, al protestar
diciendo — ¿Y que no hice yo la misma justicia divina que usa la iglesia? ¿Acaso
no actúan de su propia mano asesinando a otros en nombre de su dios?, pueden
quitarme la vida hoy, pero llegara el día en que su justicia divina no sea tan
justa con ustedes. — Silencio Blasfemo, hoy conocerás a nuestro dios y su
divina justicia— Los gritos de los habitantes no se hicieron esperar ¡Blasfemo!
¡Demonio! ¡Asesino! ¡Cortadle la cabeza, ahora! Preparándose el verdugo con
aquella hacha que un día fue de Grimm, pronuncio unas palabras como era tradición
“Nadie es más justo que dios, ni más piadoso que esta hacha”, (Grimm observándolo
fijamente sorprendido y sin palabras, de algún modo sabia quien era aquel tipo
enmascarado, puesto que conocía muy bien esas palabras), después calculo trayectoria y con una fuerza
indeleble acabo con aquella ejecución. Recogiendo el verdugo aquel cuerpo, con algunas
lagrimas en los ojos, se dirigió no hacia aquel pozo maloliente y lleno de
muertes, si no hacia su hogar, para enterrar a aquel cuerpo, que si antes fue
su padre, ahora era tan solo un desconocido.
Al día siguiente ya no era aquel verdugo cuya gente se emocionaba al ver
en la plaza para dar otro espectáculo, ahora era Wein, el joven que había perdido
a sus padres con aquella hacha, que lo condenaba a una vida de muerte, aquel
joven que se había convertido en nada más y nada menos que en” Wein Verdugo”
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