Días Vividos: Tercera parte.
Autor: Carlos Jiménez.
—
Pues…
es cierto que el nombre del Libro inicia con “Diez pasos para… “pero estas muy
lejos de poder adivinar el final de el titulo con tan solo preguntarme si tengo
novio. —
—
Lo
sé, la verdad es que esta pregunta era solo un espejo para saber de que forma
lo tomarías, no era tanto por el Libro, si no por ti. Pero aun así, se que podría adivinar ese
nombre en tres preguntas, no más. Y por lo que he visto, no me será muy
difícil. Para empezar, te puedo afirmar que ese Libro tú no lo compraste, te lo
presto o regalo algún familiar. —
—
¿Por
qué dices eso? —
—
“Diez
pasos para”, me suena como el inicio para una persona que está en
rehabilitación, alguien decaído, alguien dispuesto a superarse, y a ti
sinceramente, a simple vista no aparentas ser alguien que tenga una adicción,
generalmente esas personas suelen ser de otros perfiles, no seré un
especialista, ni mucho menos un investigador, pero al observar a las personas
me doy cuenta de muchas cosas interesantes, sobre porque mantienen sus manos
ocupadas la mayoría del tiempo, sobre porque algunos hacen deporte, otros
caminan más rápido que otros, sobre el reflejo de el rostro, la forma en que hablan, la dirección de su
vista hacia otros, en fin, expresiones corporales. Aunque te confieso que a
veces no me gusta juzgar a las personas por la primera impresión, pues tienden
a ser el cincuenta por ciento lo contrario a como yo deduzco que son, a lo que
me lleva a hacerte mi primera pregunta: ¿Tienes alguna adicción por algo?—
—
¡Ah!
¿Crees que soy una adicta? —
—
¿Lo
eres?, oye no me malinterpretes, es solo una pregunta sin prejuicios, ¿está
bien? —
—
¡Claro
que no! No estoy leyendo esto porque tenga una adicción, estoy leyendo esto
porque me dijeron que era bueno para…
—
¡Espera!
¡Espera! No sigas, dame el beneficio de la duda, en realidad no crees que pueda
adivinar ese título ¿cierto? —
—
¿Realmente?
, ¡no! —
—
Me
gusta tu honestidad, eso también habla mucho de ti, podría suponer que te gusta
saber la verdad ante todo, aunque a veces esta no te parezca la más adecuada o
beneficiosa, hay personas que le temen a la realidad y lo unico que pueden ver
es una mentira de fantasía, de esas personas hay muchas, yo por ejemplo, voy
por ahí caminando como turista por la vida, porque me gusta pensar que no me
voy a quedar en un mismo sitio para siempre. Oye Isabel, ¿tienes tiempo para
esto o tienes que ir a algún sitio?
—
¿Esa
es tu segunda pregunta?
—
No,
es solo que te observo algo impaciente. ¿Qué tal si te invito un café y
seguimos platicando? “Dije con una estúpida sonrisa”
—
Creo
que tengo algo de tiempo, mi hermano mayor llega hasta en la noche de trabajar
y no me gusta estar en casa sola, te acepto el café, pero… si también me
invitas un pay de queso, ¿Qué dices?, es que hace tiempo que no pruebo uno.
—
Pues
supongo que sí, digo, nadie le podría negar un pay de queso a una chica tan
linda, inteligente, amigable, accesible…
—
¡Ya! ¡Basta!,
me estás haciendo pensar que te atraigo de alguna manera y todavía no llevo ni
una hora de conocerte. Sabes que y si mejor nos concentramos en tu segunda
pregunta, ¿Cuál es por cierto?, no la has dicho.
—
No la
he dicho, porque esperaba conocerte un poco más, ahora sé que interpretas los
halagos como una forma algo seria de atracción, yo lo decía porque es
naturalmente visible que estas muy linda, y ahora también se que te gusta el
pay de queso y tienes un hermano mayor.
—
Y que
me puedes decir de ti, ese libro que leías era algo pequeño y fácilmente podría
deducir que guardas los libros grandes para tu casa y sacas las historias
cortas a pasear, o ¿me equivoco? —
—
Ahora
¿Quién es el que deduce aquí? ¿he? —
—
Pues
ese solo eres tú… no me cabe la menor duda.
—
¡Está
bien!, vamos por tu café y el pay.
Saliendo de aquel rincón donde
nos encontrábamos, sentados y platicando, me dispuse a guiarla hacia el sitio
donde le invitaría un café, de esos fríos que se venden muy bien últimamente en
temporada de calor. Paramos en donde tocaba la orquesta un momento, pero la
multitud ya no me abrumaba tanto como cuando pase de igual manera pero solo, era
difícil de explicar, ni yo mismo sabía lo que era, algo que me pareció raro
pero confortable. Recuerdo que ni siquiera pregunto a donde la llevaba, solo me
siguió y confió en mis palabras, una característica muy escasa en mí. Siendo
honesto, confió mas en lo que hace la gente que en lo que dice, así era yo,
acciones, acciones, acciones…
Una cuadra después de pasar
la plaza independencia, entramos a el café “Earth of Rock“, sonaba en la radio
una canción de Elvis. La primera mesa estaba ocupada por una pareja de amigos,
pero parecía que al chico le gustaba ella, porque la miraba de la forma más estúpida
posible y sin disimular, no parecía que estuvieran juntos, así que diré que
solo eran amigos y por la forma en que ella le hablaba a él, diría que posiblemente
llegarían a ser algo mas si él fuera menos tímido, pero bueno eso ya no era de
mi incumbencia, yo solo observe como siempre lo hago, detalles, detalles, todo
eran detalles. Había unas cuantas mesas más, un par de sillones cómodos y las
barras en la pared. Isabel tomo la
iniciativa y se sentó en la barra, a lo que me cuestione, ¿Por qué la barra? y
se lo pregunte:
—
¿No estarías
más cómoda en el sillón o en alguna de las mesas?
—
No quiero
aparentar algo o que malinterpreten algo que no soy, nunca me ha gustado eso.
—
¿Creo
que no te entiendo?
—
Te lo
explicare, nos acabamos de conocer cierto y me caes bien, es solo que miranos, somos un par de desconocidos y mira, aquellos amigos aparentando que no se
atraen, y aquella familia en el sillón, que se tratan como desconocidos, que de
desconocidos no tienen nada, tan callados, sin decirse nada el uno al otro, créeme
que si yo tuviera una familia como esa tendría mucho de que hablar o a quien
molestar, esta barra es lo unico que me separa de una situación hipócrita.
Me quede sin palabras, al
parecer ella se fijaba tanto en los detalles como yo lo hacía y de pronto tan espontáneamente
como la mayoría de mis decisiones haci comenzó mi interés por Isabel. Le pedí
un Frappe de galleta y uno para mí junto con su pay de queso. De repente saco
el Libro del cual intentaba adivinar el nombre y tapando el final del título
con su mano derecha, con una voz sarcástica dijo:
—
Mira ¿No
te gustaría saber el final del título?...
—
Esta
bien, aquí va mi segunda pregunta…
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